El feminismo como modelo de negocio

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En el centro a la derecha, el Presidente del Grupo PRISA, Manuel Polanco, y a su lado a la izquierda el rector de la UCM, Carlos Andradas, acompañados de varios ponentes.

Los días 12 y 13 de julio asistí al curso de verano «40 aniversario de la Constitución: la evolución y conexión de los derechos intelectuales con la información», impartido en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid, y organizado por la propia UCM y la Cadena SER.

A pesar del título, lo esencial que se dijo en este encuentro más que con la evolución de los derechos de propiedad intelectual y el derecho a la información, tuvo que ver con el modelo de negocio que en la actualidad deben implementar los medios de comunicación en general, y los del Grupo PRISA en particular, para ser competitivos y sobrevivir tras al surgimiento de numerosos y poderosos nuevos actores en la denominada sociedad de la información; que nada tiene que ver con la sociedad del conocimiento.

Debido a esta circunstancia, no obstante la diversidad de temas recogidos en el programa, el central giró en torno a las reivindicaciones tradicionales del feminismo: la brecha de género, el techo de cristal, el lenguaje inclusivo, la violencia machista, etcétera; tratadas de forma manifiesta por las periodistas del diario El País especializadas en esta materia: Pilar Álvarez («corresponsal de género»), Isabel Valdés y Mari Luz Peinado; y de manera implícita o colateral por otros ponentes y por las dos moderadoras de las intervenciones.

Me llamó la atención la osadía, sustentada en la ignorancia, en el dogmatismo y en una consciente impunidad, de estas tres muchachas, quienes no mostraron el más mínimo empacho al aseverar que «nos maltratan», «nos violan», «nos matan»…, dando a entender que estamos ante un fenómeno generalizado aunque sin concretar a quiénes se referían, si bien quedó claro que eran los hombres en su conjunto los destinatarios de tales imputaciones. Esta clase de acusaciones y estigmatizaciones genéricas son posibles porque salen gratis a quien quiera que las haga, pues están blindadas social y jurídicamente. Y porque generan un gran volumen de negocio al ser aceptadas, compartidas y consumidas por una parte importante de la población (la cual ha sido aleccionada durante las últimas décadas para ello), ya sea en forma de artículos, reportajes, entrevistas, libros, canciones, películas, series, etcétera. Mantener este elevado número de acólitos exige un enorme esfuerzo y el abordaje continuo de estos contenidos, pero son imprescindibles dado que atraen a los anunciantes, sin los que ningún medio de comunicación podría subsistir.

Otra obsesión del feminismo mediático es el proselitismo y el adoctrinamiento, de los que se vanagloriaron estas periodistas: «Estamos provocando un cambio dentro de las redacciones pero también fuera de ellas, en los lectores». El cambio lo consiguen aplicando la técnica ideada por Goebbels: «Una mentira, por descomunal y descarada que sea, si se repite continuamente, las masas acaban aceptándola como una gran verdad».

Tal vez pueda parecer exagerada esta afirmación; sin embargo, y no fue casualidad, en la práctica radiofónica que realizamos en la Cadena Ser estuvimos en el estudio en el que Carles Francino presenta su programa La Ventana. Durante todo el tiempo que permanecimos en él tuvimos que escuchar a la actriz Leticia Dolera una charla de adiestramiento ideológico feminista —alentado y participado por el locutor— aderezada con referencias a la sentencia del conocido caso La Manada, que ha resultado ser un filón para la criminalización sin fin de la masculinidad y para la justificación de la reacción jurídico-política puritana que estamos sufriendo. Por sus declaraciones, en absoluto ajustadas a los hechos, quedó evidenciado que no la leyó, pero estoy convencido de que aunque lo hiciera serían idénticas.

Hasta tal punto llega este amaestramiento que una de las asistentes al curso, una joven comunicadora, comentó que la entrevistada no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. Me sorprendió esta aseveración, por venir de quien vino. Y como después de la actriz intervinieron otros invitados insistiendo en estas cuestiones, la completó añadiendo: «Desde que entramos aquí llevamos escuchando lo mismo. ¡Ya está bien!».

El curso lo clausuró el rector de la Universidad Complutense, Carlos Andradas, quien incidió en lo que ya había dicho en la sesión de apertura: en la importancia de la libertad de cátedra, en la trascendencia de la libertad de creación, de expresión y opinión, tanto en la Universidad como fuera de ella, y en su rechazo a toda clase de censura. Incluso recordó a los presentes el lema de la UCM: Libertas perfundet omnia luce («La libertad ilumina todas las cosas»). Se olvidó de que hace apenas un mes, a instancia de las asociaciones feministas universitarias, ordenó suprimir de la web Escritores complutenses 2.0 el artículo de mi autoría «El caso “La Manada”: ¿violación o película porno?», publicado el pasado mes de enero en cuatro diarios diferentes.

¡Ese feminismo!... ¡Qué fabuloso negocio! Tan repleto de cínicos y cínicas, manipuladores y manipuladoras, adoctrinadores y adoctrinadoras, censores y censoras… que no cabrán ni en mil infiernos.




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